ya se van los provincianos que estudian conmigo,
ayer tarde que volvieron preferí negarme
pa' no tener que contarle a nadie mis motivos,
yo que me muero por ir y es mi deber quedarme
me quedo en la capital por cosas del destino...
Durante cinco días Valledupar estará por cuenta del folclor vallenato en estado de “Ay hombe”, donde el mayor régimen es olvidar las penas y vestirse de alegría completa.
En este estado es posible visitar con el pensamiento las notas de los acordeones y pasearse libremente por los paseos, merengues, sones y puyas.
La cita es especial porque será la 50 versión del Festival de la Leyenda Vallenata en la que escogerán al Rey de Reyes en las modalidades de acordeón profesional, canción vallenata inédita y piqueria.
Serán los instantes precisos para evocar al epicentro del llamado “embeleco”, la plaza Alfonso López Pumarejo, donde se dio la partida a esta fiesta vallenata que cada día avanza a nota firme del acordeón, a buen golpe de caja, al charrasquear de la guacharaca y de una voz parrandera.
La profecía de Consuelo Araujonoguera escrita en El Espectador el viernes 8 de marzo de 1968, exactamente 50 días antes de iniciarse el Primer Festival de la Leyenda Vallenata, donde se coronó como Rey Vallenato a Gilberto Alejandro Durán Díaz, se está cumpliendo al pie de la letra.
Todo fue producto de la respuesta a la crítica argentina Martha Traba, quien comparó al vallenato con un tango. En su ‘Carta Vallenata’ manifestó que “El vallenato con el tiempo se impondrá en el mundo”.
De esa forma ‘La Cacica’, Consuelo Araujonoguera, Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona, se aventuraron a unir el 26 de abril de 1968 a distintos acordeoneros regados por toda la comarca para ponerlos de acuerdo y motivarlos a que siguieran ejecutando los mejores paseos, merengues, sones y puyas.
La misma Consuelo Araujonoguera lo dejó plasmado: “Para sacar adelante el Festival de la Leyenda Vallenata, han sido indispensables noches de insomnio y días sin descanso, pero hoy podemos decir que pese a que la tarea no está concluida, hemos logrado rescatar parte importantísima de nuestro pasado histórico y echar las bases de lo que ahora es, sin discusión, la mejor imagen de Valledupar, tierra de encanto, y de lo que los vallenatos somos y representamos ante Colombia y el mundo”.
Para dar fe de lo anterior entrega su concepto autorizado el locutor Carlos Melo Salazar, quien fue el primero en trasmitir para Colombia y el mundo el Festival de la Leyenda Vallenata a través de la Radiodifusora Nacional.
“Esa fue una obra de titanes. Comenzó con pocos participantes y ahora son muchos que hasta se pierde la cuenta. Quedaron para la historia las grabaciones de los primeros festivales que ahora son unas joyas sonoras. Me da nostalgia recordar esos tiempos idos donde el amor por el folclor salía del campo y se metía en el corazón de todos. Este es el folclor que tiene las más hondas raíces en Colombia”.
En medio del paso del tiempo y cuando los recuerdos plasman hasta en el alma una pintura musical, aparece el compositor Rafael Manjarrés Mendoza y pone su sello con ‘Ausencia sentimental’, que a fuerza de escucharla y de sentirla y luego de haber sido ganadora en el concurso de la canción vallenata inédita en 1986, fue declarada Himno del Festival de la Leyenda Vallenata.
Tienen razón los que piensan que esta linda obra es la más fiel radiografía de la nostalgia, el sentimiento en trance del que se encuentra lejos y la memoria viva que busca en los recuerdos un presente igual o mejor, pero que al recibir “las razones de sus compañeros”, todo se torna diferente.
El himno del guayabo, ese que no produce el trago, hace posible volver a repasar los episodios del Festival de la Leyenda Vallenata, andar por los caminos que el compositor recorrió a la distancia con su pensamiento, y se cae en cuenta que “hay cosas que hasta que no se viven no se saben”.
La canción ‘Ausencia sentimental’ tiene sabor a parranda, a música, a encuentro con amigos, a nostalgia, a ‘Hurtado’, ingredientes que la incrustaron en el corazón del pueblo.
Personajes, lugares y hechos hacen parte vital de la estructura de esta inspiración que con el paso del tiempo ha dejado regados pedazos del alma vallenata porque muchas personas por quienes pregunta el compositor partieron a otra parranda, la parranda celestial. Ellos siguen presentes en la memoria de todos desde que la voz del cantante Silvio Brito la divulgó por los medios de comunicación y se metió en el corazón de los que saben que “el que nunca ha estado ausente no ha sufrío guayabo”.
A la distancia se calca la nostalgia por la ausencia sentimental que no le permite escuchar en vivo un acordeón bien tocado, un verso bien improvisado, el desfile de piloneras o una canción alegre o llena de sentimiento. Él, como muchos en Colombia y el mundo se mueren por venir, pero su deber es quedarse por diversas circunstancias de la vida.
No hay respuesta si todavía en el corazón del compositor su negra del alma vive sin pagar arriendo, pero de lo que si hay seguridad es que continúan contándose las anécdotas y los cuentos buenos, que el palo é mango sigue en la plaza igual, que los guajiros no faltarán y que ‘Ausencia sentimental’ se escribió en el pentagrama del alma, logrando correr como ríos de amor por los recovecos del corazón de Valledupar.